Irlanda, la isla esmeralda

Alegría y magia celta

Verdes prados y vertiginosos acantilados, bucólicos pueblecitos de cabañas con techo de paja, gente afable y animados pubs. Irlanda conserva aún hoy ese aura de misterio, sus enclaves megalíticos, sus mitos celtas, su música popular, sus prados interrumpidos al alcanzar la costa por precipicios de vértigo y sus abadías en ruinas. Una ruta repleta de cultura, historia y naturaleza. La isla esmeralda, tierra de escritores y soñadores, no defrauda jamás.

El viaje en coche por Irlanda comienza en Dublín. La capital es una relajada ciudad en la que se pueden seguir los pasos del Ulises de James Joyce, maravillarse con las majestuosas salas del Trinity College y relajarse en uno de sus muchos pubs saboreando el merecidamente afamado whisky irlandés mientras se sigue con los pies el ritmo de un buen concierto de música celta.

La ruta se dirige ahora hacia el oeste de la isla y atraviesa un paisaje sobrecogedor salpicado de majestuosos acantilados, verdes praderas, ruinas prehistóricas y pequeñas islas. Aquí la jovial Galway, ciudad de las artes y la cultura, te recibirá con los brazos abiertos y te invitará a pasear por sus animadas callejuelas y a visitar sus tradicionales pubs en los que paladear una Guinness, la cerveza nacional. Una reminiscencia española te espera frente al muelle de Claddagh, junto a la desembocadura del río Corrib: la Arcada Española, un soberbio bastión del siglo XVI, acoge el interesante museo de la ciudad.
El noroeste de Irlanda esconde uno de sus más hermosos parajes: la romántica abadía de Kylemore, que forma parte del Parque Nacional de Connemara, un escenario de ensueño, famoso por sus rincones de naturaleza agreste. Connemara, uno de los rincones más asombrosos de Europa, representa la Irlanda real y atemporal. Podemos comprobarlo conduciendo por la carretera que lleva a Rounsdtone, una de las rutas costeras más espectaculares del país.

En dirección sur aparece la singular belleza de las islas de Aran y los vertiginosos acantilados de Moher, uno de los enclaves más salvajes y espectaculares de este litoral. El fuerte viento, casi siempre presente, los entrañables frailecillos revoloteando y el mar bravío chocando contra las paredes de roca, de 8 km de largo y casi 214 metros de altura en su punto más elevado, forman uno de los espectáculos naturales más llamativos de Europa.

Siguiendo la ruta en dirección sur, el tramo de la costa tiene su colofón en una espectacular carretera conocida como el anillo de Kerry, una senda serpenteante junto al mar de vistas insuperables. A lo largo de 179 kilómetros se circula por enclaves que encienden la imaginación: asombrosos paisajes de intenso color verde, vistas marinas de película, playas de arena blanca, montañas rodeadas de bruma y el Parque Nacional de los Lagos de Killarney, un paraje bucólico que cuenta con maravillas arquitectónicas como el Ross Castle o Muckross House.

Si prefieres regresar a casa desde Dublín, te espera en el camino una parada ineludible, Rock of Cashel, una antigua residencia real fortificada, realmente impresionante, situada en lo alto de un promontorio que domina la ciudad de Cashel. Este sitio histórico está confirmado por grupo de edificios medievales entre los que se incluyen: una torre circular (siglo XII), un crucero, una catedral gótica (siglo XIII), un castillo (siglo XV), la sala restaurada del Coro de los Vicarios y la mejor capilla románica de Irlanda, del siglo XII.

Sugerencias para disfrutar de la ruta

  • Visitando el Trinity College y la joya del cristianismo celta, el libro manuscrito de Kells, te sumergirás en la rica cultura irlandesa.
  • Si te gustan los libros, acércate a la Chester Beatty Library, una famosa biblioteca-museo situada en el interior del Dublin Castle que posee una asombrosa colección de manuscritos, miniaturas, tabletas de barro y libros antiguos.
  • En Dublín podrás entrar en una de las fábricas de cerveza más famosas del mundo: la Guinness Storehouse, pieza fundamental del patrimonio irlandés. Su Gravitiy Bar, en la azotea del edificio, ofrece una impresionante vista panorámica de 360º de la ciudad.
  • Siéntate en un tranquilo banco de la catedral de San Patricio para disfrutar de sus misas cantadas.
  • Antes de cenar puedes tomar una pinta de Guinness en Oliver St. John Gogarty o en Temple Bar, dos de los pubs irlandeses más famosos de la zona, o en The Church, iglesia reconvertida en uno de los pubs más originales de Dublín.
  • En tu visita al Parque Nacional de Connemara tómate un tiempo para relajarte en la hermosa bahía de Ballynakill.
  • Si coges un ferry hacia las islas de Aran descubrirás el auténtico modo de vida de los pescadores irlandeses.
  • Escudriña el paisaje en busca de los numerosos y antiquísimos monumentos megalíticos que lo salpican aquí y allá.
  • Al visitar alguna de las muchas destilerías de whisky que encontrarás a lo largo de la ruta, aprenderás sobre los meticulosos métodos de elaboración de este apreciado producto irlandés.
  • El inicio de la película de La hija de Ryan, dirigida por David Lean en 1970 y ganadora de los Oscar, se desarrolla en los Acantilados de Moher.

Carné de ruta

  • En avión 
    Dublín y Cork cuentan con aeropuerto, donde se puede recoger el coche de alquiler con el volante a la derecha.
  • En barco
    Desde Santander y Bilbao parten ferrys a Plymouth y Portsmouth respectivamente.
  • En coche
    Irún-Dublín: 1.730 km El canal de la Mancha se cruza por el Eurotúnel, en ferry por Calais o por algún puerto de Bretaña. De Gran Bretaña a Irlanda es preciso tomar otro ferry.
  • Longitud de la Ruta 
    650 km.

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Textos cedidos por My Way Rutas en coche.